jueves, noviembre 25, 2010

Miremos que hacemos y como lo hacemos, en nuestras actitudes está el futuro de nuestras vidas.

¿Qué quiero para el mañana?

martes, septiembre 28, 2010

Moon River.

¿Hay algo más bonito que la luna sobre un rio?, quizás millones de cosas, pero no me negareís que el reflejo de la luna sobre el agua no es una de ellas.

Reflexionarlo mientras Sinatra lo canta.

lunes, septiembre 06, 2010

Seguramente nos han explicado innumerable número de veces cuales son los efectos de las drogas y la conducción, sin querer hacer un tema menor de esta problemática que mata a miles de personas en Europa, esta que vemos aquí es una más.

La reflexión es que conducir bajo efectos de alcohol y drogas es peligroso para el conductor y ocupantes así como para el resto de usuarios.

domingo, septiembre 05, 2010

Cuando el teatro es algo más que la representación de una obra.

Este verano he vuelto a disfrutar del teatro romano de Mérida, desde mi adolescencia he tenido la ocasión de visitarlo asiduamente y disfrutar de su magnitud, de esa grandeza que pocos sitios transmite, poder pasear por esa obra es transportarte al año 16 antes de Cristo, por entonces la ciudad se llamaba Emerita Augusta.
Archivo:Merida Roman Theatre1.jpg

Como cualquier gran obra fue sufriendo transformaciones en el tiempo, ampliándose e incorporando elementos arquitectónico-decorativos en los siglos posteriores hasta que la dejadez y abandono por el cristianismo el teatro dejó de ser uno de los centros culturales de Emerita.
Si de este hecho tuviéramos que buscar algo positivo personalmente creo que fue la decisión de enterrar el teatro, cuestión que ha permitido su mantenimiento a lo largo de los siglos.

Este año hemos disfrutado de Calígula de Albert Camus, con una gran puesta en escena, pero lo mejor es que lo he podido disfrutar en familia sentados en esas piedras de más de 2000 años y teniendo como techo las estrellas en una noche algo calurosa pero muy agradable para disfrutar de un clásico.

Si es recomendable disfrutar del teatro, más lo es disfrutarlo en familia y os recomiendo que visitéis "Emerita Augusta" ver como era una ciudad romana, tendréis la posibilidad de pasear por una calzada de hace 2000 año su precioso museo y de la hospitalidad de su gente, pero no dejéis la ciudad sin disfrutar de una buena obra.

miércoles, julio 14, 2010

La comunicación.

¿Por qué hablar de comunicación?

Personalmente es una cuestión que me ocupa y en algunos casos me preocupa. Mis hijos son uno de los objetivos de mejorar mi comunicación, ni que decir tiene que aspectos generacionales influyen en la comunicación pero hay otros aspectos que quizás sean más influyentes como las creencias o los prejuicios e incluso la credibilidad que le das al mensaje.

En fin, que complicado es hacerse entender y comprender lo que te dicen,  y que complejo es que te entiendan el mensaje que lanzas. Personalmente otra dificultad añadida es si tu interlocutor o interlocutores saben escuchar, ya que en la actualidad tampoco dedicamos mucho tiempo a la escucha y menos a la escucha activa, es por ello que creo que después de todo veo normal que cueste tanto entenderse.

Pero eso suena a resignación y creo que resignarse en un tema tan importante es como admitir la incapacidad de superar los problemas de comunicación que nuestra sociedad sufre.

Hay muchas forma de comunicarse, creo que tantas como sentidos tenemos y cada una de ellas por si sola es pieza clave en el proceso.
Pensemos en la mirada, cuantas veces hemos mirado a los ojos, cada vez nos miramos menos, y hemos descubierto sesanciones como amor, alegría, tristeza e incluso envidia, maldad, etc., como mi madre suele decir los ojos son el espejo del alma.
Yo por mi condición de buen comensal, aprecio el arte culinario, que os puedo decir del gusto, cuanto se ha escrito tras comer determinados manjares que nos transportan a otras realidades, pero yo quiero hacer ese placer extensivo a quién te ha preparado ese plato, ¿no es una forma de decir lo que me importas cocinando para otra persona?, bien es cierto que algunos pueden pensar que también es una forma de decir lo poco que me importas en función del plato que se prepare y como te salga. Pero dejando aparte las bromas, el gusto es también un sentido por el cual es posible comunicarse.

¿Qué opináis del oído?, escuchar música, el ruido de un río, de unos pajaros en primavera jugando en los arboles, del viento, de la olas al romper en la costa, en fin otra forma de sentir y recibir información que también despertará nuestros sentidos, si no se lo preguntamos al perro de Paulov.

Y por último el don de la palabra, ese don que somos capaces de triturar cuando nuestras palabras no son capaces de superar el silencio, que fácil es hablar para no decir nada, pero a la vez que potente es decir las cosas, la palabra como diría una buena amiga mía domina el mundo, sino, pensar en las declaraciones como las de guerra o las de amor.

Por todo ello quiero acabar mi reflexión diciendo que comunicarse al final es una cuestión de voluntad, si no nos comunicacmos es porque no queremos ya que tenemos a nuestro alcance formas maravillosas para hacerlo y si dejamos de comunicarnos dejaremos de ser un poco personas.

jueves, mayo 20, 2010

Escuchar a los demás nos hace aprender y crecer como personas, os recomiendo que escuchéis a Jordan y no pongaís escusas:

viernes, mayo 14, 2010

Compartir música.

Creo que con lo que llueve y no lo digo por el tiempo primaveral que nos obsequia la naturaleza, no hay nada mejor que compartir, música, lectura, buena conversación, lo que sea para hacer más humana la época que nos toca vivir.

Hoy quisiera compartir con vosotros un buen tema de Jazz.

Night Train

Louis Prima (1957)

http://open.spotify.com/track/1pYkT0eYkd0XOokTgrwCJc

jueves, abril 29, 2010

Abrázate a la vida.

Este spot ya lo había visto hace días, pero lo había visto con la perspectiva que me da el haber trabajado toda mi vida en aspectos relacionados con la seguridad vial.


Pero hoy lo he recibido por correo electrónico, correo enviado por mi amigo Fernando Notaro, y lo he percibido de forma más amplia.

Es cierto que el cinturón de seguridad salva vidas, además en un número de personas increíble, desde que se inventara el cinturón de seguridad de tres puntos de anclaje, cinturón que habitualmente se utiliza en nuestros vehículos, más de un millón de vidas se han podido salvar, creo que nunca se lo podremos agradecer como se lo merece a su inventor, el Sr. Nils Bohlin.

Ciertamente podría estar escribiendo sobre el cinturón de seguridad un buen rato y ciertamente también lograría aburrir al más devoto de la seguridad, pero quiero lanzar una reflexión. ¿Cuál es el cinturón de seguridad que nos abraza a nuestra vida?, la familia, los amigos, el trabajo, el deporte, un poco de cada uno de los anteriores.

Seguramente tendremos tantos cinturones como personas, lo que es seguro que cada uno de nosotros necesita uno para poder vivir, lo cual me lleva a la segunda reflexión, ¿somos conscientes de cuál es nuestro cinturón de seguridad?, posiblemente es fácil entender que ciertamente en la vida se necesita un cinturón de seguridad, pero quizás más difícil saber cuál es el nuestro.

En definitiva, pon un cinturón de seguridad en tu vida…y conduciendo también


 

miércoles, abril 07, 2010

¿Como pudo pasarme esto a mí?

Quisiera reflexionar sobre los "accidentes" de tráfico, entrecomillo la palabra accidentes porque todo aquello que se puede evitar no debería considerarse accidente. Pero, ¿qué ocurre cuando se produce un accidente de tráfico?. Por mi trabajo he visto, leído y trabajado muchas situaciones indescriptibles e incluso personalmente me ha tocado vivir la muerte de un ser querido por un "accidente" de tráfico, pero nunca había sabia expresar como yo quería por mucho que me empeñaba los sentimientos tras una desgracia como esta.
Recuerdo con nitidez la pregunta de mi tía ¿porqué? ¿qué sentido tiene?, palabras de una madre que nunca superó este hecho.
Ahora y gracias a una canción he encontrado una forma de expresar y decir que es lo que ocurre.

Esto puede ocurrir, pongamos remedio entre todos

http://youtu.be/ZQ7oqmikZDQ
Hace tiempo que no actualizo el Blog, la verdad que por dejadez y por ocuparme del Blog del equipo de baloncesto donde juega mi hijo, cuestión que me llena de satisfacción y orgullo.

Pero hace un par de meses y por un comentario de un buen amigo mio volví la vista a mi Blog, y estaba buscando la oportunidad de seguir con él, y creo que no hay mejor manera que contar cosas que, por lo menos en mi caso, emocionen.

Es por eso que quiero incorporar el articulo publicado en la revista Travesía de la Editorial Tráfico Vial, de mi buen amigo Arturo.

Esto es un homenaje a ti, y a esas personas que nos ayudan desinteresadamente en la vida.

Una historia real narrada por Arturo Gómez.

Como marinero en tierra que soy, cada vez que tengo oportunidad vuelvo al lugar donde nací, que se caracteriza porque allí termina la tierra y empieza la inmensidad de la mar océana. Esta vez era la celebración de los primeros cincuenta años de un primo que, además, es un buen amigo. Los primos te vienen impuestos, pero los amigos los escoges tú. Éste es uno de ellos.

La verdad es que nos hacemos viejos, pero no nos damos cuenta hasta que nos vemos en el espejo de los demás.

Creemos que nos vamos a encontrar a las personas que hace mucho que no vemos, tal y como las recordamos. El problema no es que el recuerdo sea de hace muchos años, el problema es que
el recuerdo está idealizado. Viendo a mis primos veo la cantidad de años que he vivido… hasta ahora.

Decidí adelantar el regreso de mi viaje de fin de semana. No me gusta conducir de noche (otro síntoma de la edad). Me siento más seguro con la luz del día, aunque hoy, con las autovías que tenemos, la seguridad sigue siendo alta, incluso en la oscuridad. Pero el tiempo no era bueno. Llovía en abundancia. No suelo hacer mucho caso del tiempo que hace en Galicia, a la hora de viajar, pues en la meseta castellana el clima suele ser muy distinto. En la cornisa atlántica, el océano llora frecuentemente sobre el litoral, pero no suele pasar al interior.

Esta vez no fue así. Si hubiera leído las crónicas sabría que me iba a encontrar un temporal de agua y granizo. Otro síntoma de la edad: creerse por encima de las situaciones y despreciar los avisos.

Cuando pasé Tordesillas, después de cientos de kilómetros de abundante lluvia, los carteles de la autovía
pedían prudencia y avisaban de un accidente. Después de un cuarto de hora atascados, pudimos ver el panorama: un camión en la mediana junto con un turismo, y diez o doce coches destrozados por un golpe en cadena.

La Guardia Civil organizaba el caos producido por una tormenta fulminante de granizo, que había convertido el asfalto en una auténtica pista de patinaje. Me acordé que hacía tiempo que tenía que haber cambiado las cubiertas de mi coche. Creemos ahorrar, y apostamos que nada nos pasará, pero lo que apostamos es nuestra vida.
Pasado este primer caos, los conductores impactados empezamos una lenta procesión con nuestros coches sobre el granizo. Al cabo de treinta kilómetros, a la altura de Arévalo, vi algo que nunca antes había visto. Era como una tortuga boca arriba que giraba en el terraplén de un puente sobre la autovía, fuera de la calzada. La ausencia de sonido exterior hacía más irreal la escena. Era un coche dando vueltas de campana y girando sobre su techo. Mi reacción instintiva fue parar inmediatamente.

Los demás coches que me acompañaban creo que no se dieron realmente cuenta de lo que ocurría y
los siguientes que pasaron ya no lo podían ver.

Instintivamente cogí el chaleco, lo saqué de su bolsa sin estrenar, y me lo fui poniendo mientras bajaba el terraplén. Estaba asustado por lo que me podía encontrar. Llegó una pareja de la Guardia Civil, a la que
le había visto incorporarse con su coche a la autovía, en el cambio de sentido anterior. Lo primero que me preguntaron fue si estaban dentro.

Ellos saben bien que la gente –que no lleva cinturones de seguridad- sale despedida de los coches. Durante el tiempo que estuve con ellos, los guardias civiles mantuvieron en todo momento la calma, pero lo que más me llamó la atención fue la precisión de las preguntas que hicieron. Pocas, pero claves. Sencillas, pero expertas. “Ha debido frenar y con el granizo ha perdido el control”. Tal cual, pensé yo, admirado de la descripción de algo que él no había visto, pero yo sí.

El coche estaba al revés y, a través de los cristales, no se veía a nadie. Entre los tres abrimos la puerta que rozaba con la tierra. Uno de los guardias asomó la cabeza por el interior del vehículo.

“¿Va usted sólo?”, preguntó al conductor, antes de nada. Nadie más viajaba con él. “¿Está usted bien?”. El conductor estaba colgado boca abajo, sujeto por el cinturón que le había salvado la vida, junto con el airbag. “Agárrese, porque le voy a cortar el cinturón para que pueda salir”. Según se lo cortó, el hombre cayó sobre el techo y pudo salir por su propio pie. Parecía indemne y a la vista no presentaba ni un rasguño.

“¿Cómo se encuentra?”, preguntó el otro guardia. Le dolía un poco su costado izquierdo, fruto de alguno de los golpes del coche mientras daba vueltas. Le vi temblar de arriba abajo. Le pregunté si quería una manta, pues siempre llevo una en el coche para cuando los niños se quedan dormidos.

No, gracias, me dijo. “No se preocupe”, respondió uno de los guardias,“ahora le metemos nosotros en nuestro coche, mientras esperamos”.

Me di cuenta de que mi misión había concluido en aquel momento. Todo había terminado bien. En el poco tiempo que había estado con aquellos dos profesionales de la Seguridad Vial, me di cuenta de la grandeza de su labor, de lo que realmente hacen y de lo mucho que les necesitamos. Eran las cinco de la tarde y quedaban más de 130 kilómetros hasta casa. A las seis se haría de noche. El granizo en la carretera y el estado de mis neumáticos me recordaron que debía marcharme ya, inmediatamente. Aquel hombre accidentado estaba ahora en las mejores manos posibles. Yo ya no tenía más que hacer y me despedí de ellos. Me costó incorporarme de nuevo a la autovía. A pesar del granizo, los coches pasaban veloces. Cuando ya estaba en carretera, me recogí interiormente y di gracias a Dios por la suerte de aquel hombre, al que nada había pasado.

Llegué a casa hora y media después, muy cansado del sobre esfuerzo de atención en la carretera. Por el
camino había visto media docena más de coches bailando sobre el asfalto, y guardias civiles corriendo para socorrerles. Ese día, había un partido de fútbol importante, que no podía ver en mi televisión y abrí internet para ver cómo iban. Un sudor frío me recorrió todo el cuerpo. “Un guardia civil muerto y otro herido atropellados cuando atendían a un accidentado”.
No puede ser. Sí podía ser. Nada más dejarles, un coche les había atropellado a los tres. No les dio tiempo ni a subir al coche de la Guardia Civil. Si aquel hombre tembloroso hubiera querido mi manta, yo sería el cuarto atropellado junto con ellos. Si aquellos guardias no me hubiesen dicho que ellos se ocupaban de todo, o no hubiesen llegado a tiempo, yo me hubiera quedado. No era mi momento. Como tampoco era el momento de aquel hombre que, después de sufrir un accidente con su coche dando vueltas de campana, fue atropellado por otro coche y aquella misma tarde salió por su propio pie del hospital de Ávila. Era el momento de aquel guardia, que aquel día pasaba por allí y decidió cumplir con su deber una vez más. ¿Cuántas otras veces su vida habría estado en riesgo? ¿En cuántos otros accidentes puso su vida en peligro para atendernos a los demás por, quizá, una imprudencia nuestra? ¿Remunera nuestra sociedad esa disposición? ¿La valoramos nosotros? Desde ese domingo, cuando me levanto por las mañanas, pienso en la mujer de aquel guardia, en su madre, en sus hijos. Rezo una oración por ellos, y por mí. Soy consciente, desde esa tarde, que estoy vivo por unos instantes. Que la vida es un delicado milagro, del que quizá no somos muy conscientes. Y que muchas veces estamos vivos gracias a profesionales, como F.M.G. del destacamento deArévalo, que cada día ponen su vida a nuestro servicio.

Muchas gracias.

Descanse en paz. Amén.
Arturo Gómez Quijano
Socio Director de Zonawebste